Algún día de otoño, 2022
Chiquilla,
Voy a empezar a escribirte cartas sin remitente y con un cliché como postal para nunca entregártelas. Decirte todo lo que siento en este punto solo es redundante y también aterrador. Siento miedo de enfadarte con mis repeticiones, o que las mismas me hagan ver que, nuevamente, todo este cariño está solo en mi cabeza. Aún así, le debo a mi persona éstas líneas, y esta honestidad, a este sentimiento.
Cada que te pienso, me huele a amanecer, a tranquilidad. Pero si lo expreso, es como abrir los ojos a un cuarto en silencio, a una pared de ladrillos, a mi cama vacía y a la rutina de esperar a que me recuerdes.
Tanto te he escrito y siempre llego a la misma conclusión: si te tengo hoy, no necesito pensar en mañana.
Sin embargo, mañana siempre llega, y si no estás allí, no estoy muy segura de si debo seguir esperando.
¿Qué espero, chiquilla? ¿O será que pasaré toda la vida buscando, fallando, y volviendo a empezar?
Antes de ti, hubo varias. Antes de mi, también.
¿Será entonces que este cruce de destinos no es más que sólo eso?
¿Será que tengo que aprender a dejarte ir aún cuando no eres mía?
De ti siempre ha dependido la longitud de mis poemas y el tiempo de mi estancia. Aún así, no quiero que te preocupes, no cargas con responsabilidades. Tampoco te molestes en preguntármelo: bien sabes que yo ya soy tuya, y el día que deje de serlo, estaré cruzando el destino de alguien más bajo mera obligación.
Si yo fuera más fría, ya no estaría aquí.
Pero mi impaciencia se aferró a tus ojos y mis pasiones a tus manos. Cada detalle me quita o me motiva el aliento (a veces para bien, a veces para mal).
Trato de convencerme de que solo fuimos una coincidencia, chiquilla, una de esas que no quieres dejar ir. Que si no hubieras sido tú, hubiera sido alguien más. Si no hubiera sido yo, igual.
Ultimadamente, es aquí donde me encuentro. En el cuarto silencioso con paredes de ladrillos. Y es aquí donde te espero. Mis días se han resumido en eso. Te espero, y espero que tú estés del otro lado, esperándome también.
Si planeas ya estar en camino a ser la coincidencia de alguien más, no te guardaré rencor. Si ya te cansaste de esperar, así como yo, asómate.
Solo asómate.
Búscame entre estos pequeños agujeros rojizos.
Escucha todas estas promesas que juré nunca volver a hacer.
Siente al encierro convertirse en arena.
Y cuando me encuentres, mírame un segundo, piénsame toda la vida.
Chiquilla, ¿estás ahí?